Asilvestrarse en la playa

En las vacaciones en la playa siempre acabo utilizando la mitad de bragas que me llevo para una semana. Porque estoy la mitad del tiempo en bañador. Prenda mágica, sin límite de saturación cuando se trata de crema solar y arena.

En la playa el pelo no se engrasa; con cada baño en el mar se va apelmazando progresivamente en forma de pseudo-rastas, hasta estabilizarse en una madeja tiesa, uniforme e indomable a partir del tercer día. Siento que si no volviera a enjabonarlo nunca más permanecería así, perenne, para siempre. Solo la acumulación de pequeños restos de algas en suspensión que había en el mar hoy, que estaba muy agitado, me hace considerar una sesión de champú. No sé lo que haré. Me resisto. Creo que leer Los asquerosos en este contexto no ha hecho más que legitimar estos impulsos de asilvestrarme.