Must see or must not see

Roma está lleno de iglesias maravillosas que pasan desapercibidas, encajonadas entre los edificios de las calles y ennegrecidas por el tráfico. Una las ve cuando recorre a paso ligero el camino del Pantheon al Vaticano, por ejemplo. Una se plantea si parar, si entrar. “Pero es que voy tan justa para el plan de hoy… no voy a entretenerme”. Y una pasa de largo.

En Roma estas iglesias son “pequeñas” y “poco relevantes”. Claro, las comparamos con San Pedro del Vaticano. Si te decides a entrar, la mayoría de las veces te sorprende un patrimonio espectacular. Una desmesura en Mármol: columnas macizas, estatuas talladas en piezas de diferentes colores y tipos, revestimientos de paredes con las placas cuidadosamente colocadas para que las vetas vayan aparejadas simétricamente.

Estás prácticamente sola y el silencio te da la bienvenida. Es que has entrado en una iglesia de verdad, y no en un parque temático para turistas. Se sigue usando para lo que fue concebida, con sus fieles que entran a hacer un pequeño rezo de diez minutos y siguen su camino. Un par de curas y monjas aquí y allá haciendo sus cosas. Es como entrar a otro mundo. Una escena tomada del siglo XVII. Una experiencia con un valor incalculable.